A veces
nuestro comportamiento antisocial nos convierte en víctimas y después no hay
lágrimas ni gritos de dolor que puedan explicar por qué somos como somos,
hacemos lo que hacemos o nos pasa lo que es inevitable.
Después
vienen los lamentos pero ya es tarde, alguien salió herido, alguien ya murió y
muchos quedan sufriendo.
Pero pase lo
que pase no escarmentamos y continuamos tropezando con la misma piedra una y
otra vez, una y otra vez, casi sin darnos cuenta.
Creemos que no
hacen falta más palabras, las fotografías de formaciones
con las puertas abiertas son más que elocuentes.
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